El resto de la banca nacional, mucho más centrada en la operatoria comercial interna y con recursos invertidos en el sector inmobiliario, tenía un panorama más delicado, y ello se dejó notar tanto en sus cotizaciones bursátiles como en su generación de resultados, que se vio especialmente disminuida.
La evolución futura de estos bancos va a depender mucho de cómo evolucione la economía en general y del grado de apertura y funcionamiento de los mercados internacionales. Su fuerte implicación con la situación interna y sus necesidades de refinanciación de la deuda contraída con entidades internacionales son factores muy determinantes a la hora de valorar su futuro.
Todo indica que en un futuro no muy lejano puedan producirse procesos de concentración que afecten a estas entidades de tamaño mediano en un claro intento de ganar dimensión para poder acceder a los mercados internacionales de capitales en mejor situación que ahora. De hecho, el Banco Sabadell ya lo ha iniciado con su oferta de compra del Banco Guipuzcoano que está llevándose a cabo en estos meses. No será la última operación, porque el futuro inmediato no se presenta especialmente positivo para estas entidades atrapadas por su propia actividad.
El sector de las cajas de ahorros ha sido en esta ocasión e más perjudicado; y ello a pesar de que en los anteriores episodios de crisis había logrado mantenerse al margen y de que durante año: había protagonizado lo que parecía un modelo de éxito al ir ganan do cuota de mercado a la banca y conseguir que su presencia e imagen fueran superiores a las de las otras entidades financieras.
Por varias razones. La primera de ellas, sin duda, por el fuer te componente que su cartera de créditos tiene en el sector inmobiliario: hipotecarios, inmobiliarias, promotores... En los años previos al estallido de la burbuja, la gran mayoría de las cajas acentuaron su carácter de prestamista de todo este sector y forjaron su fuerte expansión en balance y en red en el crecimiento del inmobiliario, al que fueron acompañando en todo momento.
Una segunda razón radica en los fuertes vínculos existentes entre algunas cajas de ahorros y las autoridades políticas de su zona de influencia. Inversiones consideradas prioritarias o esenciales para el desarrollo de algunas comunidades autónomas y que no podían ser acometidas por las administraciones fueron desarrolladas, o al menos financiadas, con el concurso de las cajas de la región. Los ejemplos son varios y variados. Como muestras pueden valer la elevada inversión realizada por las cajas del Levante en el parque de atracciones Terra Mítica, donde han enterrado una cantidad importante de dinero prácticamente irrecuperable, o la puesta en marcha del primer aeropuerto privado de España en Ciudad Real, que contó con el concurso de la Caja de Castilla-La Mancha, además de inversores privados, y con financiación de dicha entidad. La influencia política en algunas entidades ha sido manifiesta en estos años.
Una tercera razón a la hora de explicar los problemas globales de las cajas es la concentración geográfica de su actividad. Realmente, salvo un puñado escaso de entidades que tienen una relativa implantación nacional de su red de oficinas y, por lo tanto, de su actuación comercial, la gran mayoría de este tipo de entidades tiene muy vinculado su negocio al área de influencia donde nacieron. Como quiera que los procesos de concentración de las cajas en los años anteriores consistieron en agrupaciones provinciales o, como mucho, a escala de cada comunidad autónoma, la marcha de la economía de esas zonas concretas es lo que más influye en su solvencia.
Dos cuestiones más explican el mal momento por el que pasan algunas cajas. Una es general: su propio estatus jurídico --hasta su reciente modificación--, que les impedía tener capital, era fuente de problemas a la hora de generar recursos propios. Éstos sólo proceden de las reservas acumuladas con cargo a resultados o por la suscripción de preferentes, cuotas participativas u otros activos de este tipo, difíciles de obtener en las condiciones actuales y que, cuando se logran, es a unos costes prohibitivos. La segunda cuestión es que no siempre han estado al frente de algunas cajas las personas idóneas, de modo que sus responsables han cometido importantes errores de gestión al concentrar en exceso su negocio en sectores en dificultades o al equivocarse sobre la bondad de determinadas inversiones.
La evolución futura de estos bancos va a depender mucho de cómo evolucione la economía en general y del grado de apertura y funcionamiento de los mercados internacionales. Su fuerte implicación con la situación interna y sus necesidades de refinanciación de la deuda contraída con entidades internacionales son factores muy determinantes a la hora de valorar su futuro.
Todo indica que en un futuro no muy lejano puedan producirse procesos de concentración que afecten a estas entidades de tamaño mediano en un claro intento de ganar dimensión para poder acceder a los mercados internacionales de capitales en mejor situación que ahora. De hecho, el Banco Sabadell ya lo ha iniciado con su oferta de compra del Banco Guipuzcoano que está llevándose a cabo en estos meses. No será la última operación, porque el futuro inmediato no se presenta especialmente positivo para estas entidades atrapadas por su propia actividad.
El sector de las cajas de ahorros ha sido en esta ocasión e más perjudicado; y ello a pesar de que en los anteriores episodios de crisis había logrado mantenerse al margen y de que durante año: había protagonizado lo que parecía un modelo de éxito al ir ganan do cuota de mercado a la banca y conseguir que su presencia e imagen fueran superiores a las de las otras entidades financieras.
Por varias razones. La primera de ellas, sin duda, por el fuer te componente que su cartera de créditos tiene en el sector inmobiliario: hipotecarios, inmobiliarias, promotores... En los años previos al estallido de la burbuja, la gran mayoría de las cajas acentuaron su carácter de prestamista de todo este sector y forjaron su fuerte expansión en balance y en red en el crecimiento del inmobiliario, al que fueron acompañando en todo momento.
Una segunda razón radica en los fuertes vínculos existentes entre algunas cajas de ahorros y las autoridades políticas de su zona de influencia. Inversiones consideradas prioritarias o esenciales para el desarrollo de algunas comunidades autónomas y que no podían ser acometidas por las administraciones fueron desarrolladas, o al menos financiadas, con el concurso de las cajas de la región. Los ejemplos son varios y variados. Como muestras pueden valer la elevada inversión realizada por las cajas del Levante en el parque de atracciones Terra Mítica, donde han enterrado una cantidad importante de dinero prácticamente irrecuperable, o la puesta en marcha del primer aeropuerto privado de España en Ciudad Real, que contó con el concurso de la Caja de Castilla-La Mancha, además de inversores privados, y con financiación de dicha entidad. La influencia política en algunas entidades ha sido manifiesta en estos años.
Una tercera razón a la hora de explicar los problemas globales de las cajas es la concentración geográfica de su actividad. Realmente, salvo un puñado escaso de entidades que tienen una relativa implantación nacional de su red de oficinas y, por lo tanto, de su actuación comercial, la gran mayoría de este tipo de entidades tiene muy vinculado su negocio al área de influencia donde nacieron. Como quiera que los procesos de concentración de las cajas en los años anteriores consistieron en agrupaciones provinciales o, como mucho, a escala de cada comunidad autónoma, la marcha de la economía de esas zonas concretas es lo que más influye en su solvencia.
Dos cuestiones más explican el mal momento por el que pasan algunas cajas. Una es general: su propio estatus jurídico --hasta su reciente modificación--, que les impedía tener capital, era fuente de problemas a la hora de generar recursos propios. Éstos sólo proceden de las reservas acumuladas con cargo a resultados o por la suscripción de preferentes, cuotas participativas u otros activos de este tipo, difíciles de obtener en las condiciones actuales y que, cuando se logran, es a unos costes prohibitivos. La segunda cuestión es que no siempre han estado al frente de algunas cajas las personas idóneas, de modo que sus responsables han cometido importantes errores de gestión al concentrar en exceso su negocio en sectores en dificultades o al equivocarse sobre la bondad de determinadas inversiones.