¿Qué significa «modernización reflexiva»?

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«Modernización» es otra palabra mágica que a muchos les suena a americanización, europeización, occidentalización; en suma, a imperialismo. Por su parte, la palabreja «reflexiva» nos ayuda aquí bastante poco. En efecto, la expresión «modernización reflexiva» suena a los iniciados a pura tautología, como mirlo negro, pues toda modernización incluye una reflexión sobre la modernización.


Sin embargo, al razonar así se cometerían sendos malentendidos: modernización reflexiva no significa ni una reflexión sobre las consecuencias de la modernización ni el eurocentrismo al uso de la vieja política de la modernización. Con la expresión «modernización reflexiva» se vuelve a poner en el centro la espontánea autotransformación y apertura de la primera modernidad, característica del Estado-nación. Pero no se trata ya de un cambio en la sociedad, sino de la propia sociedad, de la sociedad entera; es decir, de los fundamentos de todas las sociedades modernas. Antes, el cambio social corrió parejo con sus respectivas revoluciones, es decir:

  1. Surgieron nuevas elites dispuestas a hacerse cargo de la nueva situación.

  2. Doctrinas sociales y utopías políticas nuevas se enfrentaron a opiniones y personas que defendían el viejo orden establecido.

  3. Se hicieron realidad alternativas políticas a causa de la presión popular (desde abajo), como muestran los ejemplos históricos de la burguesía liberal (Ilustración, John Locke, Adam Smith) o del proletariado (Marx, Engels, Lenin).

  4. Surgieron focos de conflicto bien definidos, que se agudizaron políticamente.


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El concepto de modernización reflexiva apunta, en cambio, a una serie de transformaciones raciales fruto de la aceleración y radicalización de la modernización, a las que no afectan estas características. No hay ni nuevas elites venidas de abajo ni nuevas utopías sociales ni frentes claros de conflicto; al contrario: estas transformacioneti se imponen pese a perjudicar a amplias mayorías y favorecer a unas minorías elitistas (por ejemplo, a los global players). Sí, estas transformaciones son de suma importancia, aunque nadie las haya anunciado en su programa político, ni hayan sido tratadas en el dominio de la opinión pública política ni se hayan erigido en objeto de decisiones políticas de gran calado. ¿Cómo? Mediante el poder y la dinámica (generados en el neoliberalismo) de las novedades técnico-económicas surgidas en el capitalismo global, el cual está revolucionando sus propios cimientos sociales en el trabajo. «Modernización reflexiva» significa el paso de la primera modernidad, encerrada en los límites del Estado-nación, a una segunda modernidad (abierta y arriesgada) de la inseguridad generalizada; es decir, en la línea de una modernización «capitalista» que se ha liberado de las ataduras del Estado nacional y asistencial.


Sí, «alón transformación» son de «uní importancia

La primera modernidad, cuya historia de las ideas se remonta a tiempos pretéritos pero cuyas estructuras institucio­ nales sólo se cristalizaron tras la gran transformación que tuvo lugar en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, debe entenderse como la expresión de una «modernidad demediada», pues en este modelo, que se plasma en la imagen de la sociedad industrial, se delimitan «estamentalmente» los principios fundamentales de la modernidad en la medida en que se presuponen en la forma de unas premisas básicas incuestionadas, a saber:


Éstas son también «premisas básicas» en el sentido de que se irradian a toda la sociedad en forma de obviedades institucional e individualmente interiorizadas («segunda naturaleza»). En el modelo de la primera modernidad se delimita también la pretensión de modernidad universalista mediante una axiomática de diferencias y fronteras sociales fundada en lo esencial en supuestas «categorías naturales» (como la diferenciación entre hombres y mujeres, niños y adultos, una economía orientada a la nacionalidad, o incluso en la denominada naturaleza-recurso a la vez disponible y explotable) de las diferencias y fronteras sociales. Con el avance triunfal del universalismo (en el campo no sólo de la economía, sino también del derecho y la sociología y, por tanto, en los proyectos vitales de las personas) se viene abajo el sueño eterno de la primera modernidad. Así, el proceso de individualización limita en este sentido las expectativas de una «vida propia», que se producen e interiorizan mediante la sucesiva incorporación de toda la población a la formación profesional y al mercado laboral. Con ello se abre paso la «nueva complejidad» (Habermas) en los cimientos culturales (hasta en la mismísima concepción del amor y la intimidad), planteando cada vez nuevos enigmas a los organizadores e intérpretes (social-económicos) de la sociedad de los individuos.

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